SOCIEDAD
Francisca Suárez, Autismo Córdoba: «Nosotros siempre somos los últimos en los presupuestos»
La presidenta de esta organización analiza los problemas a los que se enfrentan las familias con niños que tienen este tipo de patologías
Autismo Córdoba inaugura su sede provisional en Rabanales 21

La Asociación Autismo Córdoba cumple 30 años y ello se va a reflejar en multitud de actos relacionados con tal aniversario. Francisca Suárez es su presidenta pero también fundadora. Corría el año 1995 cuando un reducido grupo de familias que no encontraban respuesta se unieron en torno al bienestar de sus hijos, que vivían en una situación de auténtica incomprensión. A partir de ahí se convirtieron en verdaderos pioneros en la atención global a aquellos que padecen este conjunto de comportamientos que comprenden las siglas TEA (trastorno del espectro autista).
—¿Cómo van a celebrar este aniversario?
—Vamos a grabar un documental sobre nuestra historia y la trayectoria de las familias de Autismo Córdoba. Tendremos nuestra campaña 'Somos azul' y la tradicional carrera adaptada al marco del 30 aniversario. También vamos a tener en marzo una concentración motera a beneficio de la asociación. Sobre el mes de septiembre organizaremos un torneo de pádel y a finales de año una gala bien bonita como colofón.
—¿Qué motivó el origen de la asociación y quiénes la pusieron en marcha?
—Fuimos seis o siete familias con el sueño de buscar lo mejor para nuestros hijos. Entonces no había apenas diagnósticos.
—¿Con qué se encontraban?
—A mí, por ejemplo, no me dieron un diagnóstico hasta que mi hija tuvo nueve años.
—¿Qué le decía mientras tanto los médicos?
—Mil cosas y mil barbaridades. Un neurólogo me llegó a decir que el problema de mi hija es que tenía una madre obsesiva. Eso fue lo más fuerte, pero humo muchas cosas excesivas. Había mucho desconocimiento. Pasé por un rosario de psiquiatras y psicólogos. Los psiquiatras querían arreglar todo con medicación, y los psicólogos no tenían mucha idea de lo que estaba pasando.
—En su caso particular, ¿quién dio en la tecla?
—Precisamente un psicólogo de Córdoba que aún sigue ejerciendo y fue profesor en la universidad: Críspulo Toledano. Yo ya casi había abandonado porque nadie me daba luz. Pero este hombre fue muy serio y riguroso, pues se había formado en Francia en un centro con niños autistas.
—¿Cómo asumían en los años noventa un diagnóstico de algo tan desconocido?
—Tenía una idea de lo que era el autismo por aquella famosa película...
—'Rain Man'.
—Claro, me venía la película a la cabeza y pensaba «¿entonces mi niña va a ser algo así y se va a poner a contar como loca?» [ríe]. Pero Toledano ya me lo explicó todo perfectamente. Y ahí nos vimos un grupo de padres sabiendo que solos no íbamos a ningún sitio. Teníamos que asociarnos.
—¿Cómo ha ido evolucionando la asociación desde sus inicios?
—Lo primero era que nuestros hijos recibieran una atención terapéutica extra. A los dos años conseguimos tener nuestra primera terapeuta, a la que mandamos a Madrid para que se formara. Desde entonces hasta el día de hoy han pasado un montón de cosas hasta llegar a las 400 familias que componen la asociación. Al principio la Administración no despertaba a esta realidad, para ello obtuvimos la declaración de utilidad pública sobre el año 2000. Más adelante empezamos con la atención temprana. Luego a las actividades para los adultos. Proseguimos dando pasos para profesionalizarnos. En 2019 inauguramos una sede en Lucena y el año pasado otra en Alcaracejos.
—Actualmente existe mucha más población autista, ¿a qué se debe?
—Influye poderosamente el hecho de que se diagnostica más y mejor, pero realmente no se conocen las causas. El 1% de la población es autista, esto es así.
«No podemos atender a todos los niños que nos derivan, y lo primero es velar por derechos de los más vulnerables»
—¿Cuáles son sus principales reivindicaciones en estos momentos?
—Nuestro colectivo tiene graves problemas de financiación, ya que la Administración, en este caso la Junta de Andalucía, tiene la competencia en materia de discapacidad y, por la vía de los hechos, ha delegado su gestión en los colectivos sociales mediante conciertos, cosa que los padres asumimos encantados. Pero no podemos atender a todos los niños que nos derivan, y lo primero es velar por los derechos de los más vulnerables. Y siempre somos los últimos en los presupuestos.
—En los últimos años se han tomado en Córdoba medidas cotidianas como carteles en los autobuses, o bien tener momentos de silencio en la Feria y las procesiones de Semana Santa. ¿Hay algo en esa línea que soliciten y que se pueda poner en marcha con facilidad?
—Le pediría a la sociedad cordobesa que si se encuentran con el caso de un niño en plan verraco, o con una persona mayor que está teniendo una crisis, primero no los miren como bichos raros, y segundo que se pongan en ese momento a disposición de la familia para ayudarles. Lo van a agradecer infinitamente.
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